25/5/08

santiagueñita

Yo quería comprarte cuentos mexicanos que nunca llegaban, y vos querías venderme tus diálogos entre un padre y su hijo.
Tu acento estero me cautivaba tanto como tus ralas pecas, y tus palabras literatas hacían el resto.
Volví solo como excusa para conversarte, para verte…cuando te encontré entre paisajes de tinta, caí hondo en tu abismo, en tus ojos. Tan hondo caí que ni el nombre impreso en tu pecho vi.
Te pedí concejo, disimulando mi timidez con vos potente y mis 21 con camisa a cuadros.
Mi mano se poso sobre ciudades y perros, ciudades que nunca visitaste, y perros que nunca acariciaste…yo te hable un poco de su dueño, prometí presentarte a Urania y al Chivo, y vos, a cambio, prometiste presentarme a Ernesto. En la literata charla, pasamos por alto a Jorge Luís, quizás para no sonar muy clichés, pero nos confesamos que compramos la misma revista una vez al mes y la amontonamos en el baño.
Santiagueñita perdida entre esa acrópolis de libros y olor a café, me desvela pensarte tan perfecta. Te hiciste idea, sueño, y ahora tinta.
Suenan las campanas lesionando al silencio nocturno de la urbe tucumana, y a su vez, haciéndome dar cuenta que pensé en vos media hora mas.

Adolfo