7/5/11

Billares

El Colón era terreno conocido para Lucas del Campo, así como lo fue El Molino y otro par de billares, donde solía reunirse con sus contactos, en aquellos años que él recordaba como “la buena época”. El procedimiento era simple: cuando la reunión se concretaba por la radio o por emisarios, El Zorro llegaba media hora antes y se instalaba en una mesa, cualquiera, pero tenía que estar al fondo, donde no había ruidos de tacos, si no timba, ajedrez y dominó. Había ventajas en reunirse en los billares, primero, era un lugar público, nadie se iba a animar a pelar el fierro y hacerse el rambo, o si lo hacia, por lo menos iban a quedar varios testigos, a su vez, era un lugar privado, los noctámbulos no suelen ser buchones, había como un pacto de silencio implícito entre todos ellos, todos estaban en la misma en los salones del fondo, timbeandose la jubilación, franeleando una puta o simplemente estando despiertos a la hora en que la mayoría dormía. Pero la mayor ventaja que encontraba a la hora de reunirse en los billares eran los mozos, los mejores dobles agentes que podían existir, buenos a la hora de cumplir ordenes, de confirmar datos, de refutarlos y de advertir, como ese mozo del Molino, un galleguito mínimo, republicano hasta el tuétano, que ni bien llegaba le limpiaba una mesa, le traía un café cargado y un tablero.
-¿Quién viene hoy Zorro?-Le preguntaba siempre.
-Él te va a buscar a vos Gallego, me lo traés acá.
-¿La Gaceta?-Era la clave, el Gallego le advertía que tenia algún dato.
-Decíme.
-Que han venido unos pelilargos, se pidieron unos sanguches y se fueron por la 24 a pie.-Hizo una pausa y lo miró por arriba de los anteojos.-Venían con zapatos de combate.
-¿Volvieron?
-Están allá.
Los pelilargos estaban apoyados en la barra esperando, seguro que escondían entre las camperas de cuero algún arma…tenían una pinta de zurdos que daba gracia, entonces había que prevenir.
-Andate hasta el teléfono de la esquina, llamá a este numero Galleguito, deciles que El Zorro está en el Colón, que picó algo, que sigan a pie y si ven que sirve, procedan.
El Gallego cumplió la orden, un par de cuadros que deambulaban por la Plaza Independencia, se ubicaron en la esquina de La Recova, vieron salir a los dos tipos con botas de combate, barba y pelo largo, y los siguieron. A diez metros los siguieron por la 9 de Julio hasta la Crisóstomo, de ahí doblaron para el Parque, seguro que iban a la terminal, uno de los cuadros sacó el handie, habló despacio. El Falcón se estacionó en las casonas viejas a la altura de la Moreno, seguro que nunca mas aparecieron.
El mozo del Colón no tenia nada de parecido al Gallego del Molino, se sintió viejo el Zorro cuando se dio cuenta que ninguno de los dos existían, pero había que adaptarse al presente.
-Negro vení.
-Como le va don Lucas, ¿Le traigo un tablero?-Pasó la franela por la mesa y dejó un cenicero, en el salón de atrás del Colón no rige la ley anti-tabaco, ni casi ninguna otra.
-Traéme un whisky, el tablero y haceme un favor.
-Digamé.
-Va a venir un gordito en un rato, vos estate adelante así te ve, te va a preguntar por El Zorro, vos me lo traés a la mesa, vos al lado, ¿entendiste?
-Pregunta por el Zorro un gordito, se lo traigo, yo al lado.-Repitió parado derechito el morocho que no debía pasar de los veinte.
-Pareces un sorete con esa chaqueta marrón hijo de puta.
-Es la que menos se ensucia don.
El Zorro estiró la mano y le puso en la bandeja un cien.
-Calladito la boca no.
El mozo corrió el cierre de sus labios.