8/2/11

Soportar

Roly llegó a la Primera cubierto de sangre y sudor. Se bajó dando un portazo del auto y entró hecho una furia, sin pensar en nada mas que en Federico. Cruzó el patio, abrió un par de puertas, se perdió por pasillos hasta que llegó al calabozo.
-Sacamelo a este y llevalo al brete.-Le ordenó al oficial de guardia, el que se movió de su estado letárgico lentamente.
El brete era una habitación acondicionada para la tortura, obviamente que no era una mazmorra medieval ni uno de esos cuartos de interrogatorios yanquis, era una simple habitación de dos metros por tres iluminada por un foco que colgaba de los cables y una silla como las de escuela.
-Sentalo.-Indicó a su subordinado, el que con las manos en los hombros lo hizo sentar al detenido, que venia con cara de no haber dormido nada.-Gracias oficial yo lo hablo.
El uniformado salió por la puerta dejando un poco más de espacio, pero no el suficiente como para refrescar un poco el ambiente saturado de humedad y luz de 40 watts.
Roly se arremangó la camisa lentamente dándole la espalda a Federico, después se aflojó la corbata, sacó su celular, lo apagó. Toda la ceremonia lo ponía nervioso, y mucho mas la sangre que manchaba la camisa amarilla patito. Sin darse vuelta le dijo:
-Esto es por las buenas o por las malas Federiquito.-Hizo una pausa dramática.-Yo lo que voy a hacer es cagarte bien a piñas, después ponerte en el mate mi .45, amenazarte un poco. Vos vas a llorar como una putita, pero vas a seguir cayadito, entonces voy a pegarte un ratito mas, ya voy a tener molidas las manos, así que va a ser poco tiempo, y de ahí nada…-Hizo otra pausa.-Te voy a romper el culo con un palo de escoba y si seguís sin decir nada te voy a comenzar a arrancar con una pinza las uñas. ¿Estamos?
Federico siguió viendo hacia delante sin decir nada. Mamaní se dio la vuelta y con su pesada mano le dio vuelta la cara de un chirlo.
-¡Quién pingo está haciendo esto!-Lo empujó al piso y le soltó una andanada de patadas en el estomago.-¡Contestame hijo de mil puta!
Nadie los separaba, Federico era ahora de Rolando, los dos lo sabian, pero el neonazi con pinta de nene bien se iba a resistir, quizá creía que el Estado de Derecho que resguardaba la Constitución iba a defenderlo ese medio día en una pieza humeda de una comisaría en el norte Argentino.
-Esto no funciona como vos crees que funciona pelotudito.-Le dijo como si la pieza fuera tan chica que hasta se escucharan los pensamientos.
Federico solo tocio y aspiró todo el aire que le habian sacado las patadas del policía. Desde el piso no dijo nada, miró para todos lados, como buscando una brecha por donde escapar, también trató de recordar como ponía la mente en blanco cuando los cadetes mas grandes lo hacían ejecutar en el liceo o los bailes que se comían en algunas madrugadas, incluso se le vinieron imágenes de páginas de internet donde leyó como se preparaban los marines para soportar psicológicamente los tormentos físicos, pero nada le servía en ese momento, la punta de los mocasines del Boli volvieron a golpearle la boca del estomago y no podía pensar en nada mas que en el miedo que le corría por todo el cuerpo y la dificultad para respirar.
-¡¿Quién está atrás de todo esto?!-Gritó sin dejar de pegarle y le pegó mas fuerte cuando no contestó. El Boli se arrodilló, le agarró los pelos de la nuca y le acercó la boca al oído.-Si le llega a pasar lo mas mínimo a Peña te voy a matar.
Se incorporó, se acomodó la corbata sin sacarle los ojos de encima al golpeado Federico que se retorcía en posición fetal, le dio tanta bronca que frunció los dientes, levantó la pierna derecha y le clavó el taco en el costado de la nariz.



Adolfo