2/3/11

Desconocer

Las bombas que comenzaron a reventarse cerca de los árboles de la Plaza Independencia le anunciaron a Ana que la manifestación había comenzado.
Peña le había recomendado que valla a ver de que se trataba esa protesta, la que Ana había escuchado hacia una semana desde su pieza en el hotel, y se había quedado exclusivamente para verla y para despedirse de Juan, pero el secretario de la fiscalia brillaba por su ausencia.
Bajó, saludó a la chica de recepción, cruzó por la calle, se había contagiado de esa mala costumbre de los peatones tucumanos de no cruzar por las esquinas, y se perdió por las veredas de la plaza para llegar a la Casa de Gobierno.
No escuchó sonar más bombas que el par habían sonado unos minutos atrás, pero comenzó a oír la voz que salía desde un megáfono.
-…porque queremos justicia estamos acá, aunque los atorrantes que están ahí adentro no nos escuchan acá vamos a seguir reclamando por nuestros familiares,-La voz se iba haciendo cada vez mas fuerte mientras Ana se acercaba.- que han sido victimas de los que los han matado y de la corrupción de éste gobierno.
Ana estaba mezclada entre las personas que estaban paradas frente al mástil de la plaza. No pasaban de veinte y algunos llevaban colgados en el cuello fotos plastificadas muy ajadas de sus familiares muertos. En lo que Ana recorría con la vista las caras de los manifestantes, una mujer tomó el megáfono.
-Hola amigos de la lucha.-Dijo y todos la miraron.-A mi ya me conocen, a mi hija nunca la han conocido en persona, y me hubiera gustado que ni el nombre de ella sepan, pero lamentablemente lo saben, así como yo me se el de sus papás, esposas, hijos, madres, sobrinos.-La aplaudieron.-Hoy vamos a hacer lo que venimos haciendo todos los jueves desde hace años, y yo lo único que les pido es que no bajemos los brazos, aunque seamos cada vez menos, aunque los jueces no muevan los expedientes.-Mas aplausos arengados por la voz de la mujer que se llenaba cada vez mas de llanto y bronca.-Tenemos que seguir marchando, porque ellos no se acuerdan de Fabiana, pero yo me acuerdo de ella todos los minutos de mi día.
Las veinte personas la aplaudieron y algunos la abrazaron cuando volvió a mezclarse con ellos. Otra vez el que estaba hablando antes se puso al frente de la pequeña multitud y siguió diciendo lo que mas o menos había dicho antes y que seguramente lo venia repitiendo desde que comenzó a protestar por esa persona que ya era solo una foto colgada de su cuello.
Ana no habló con nadie, pero los miró a todos. Las señoras, los hombres, las chicas y los chicos que estaban en la Plaza Independencia tenían la misma expresión en sus caras, una expresión horrible, bocas operadas para no volver a sonreír, ojeras que delataban sueños incómodos y cortos, arrugas que no eran producto del paso del tiempo, lagrimas que nunca se secaban y espaldas dobladas por cargar con un peso inimaginable.
-Ahora lo entiendo.-Pensó.-Yo no quiero terminar así.
Ana iba irreparablemente por ese camino, por h o por b el asesinato de su viejo nunca se iba a resolver, todo estaba mal, Juan se lo había dicho con palabras pero en ese momento que vio la imagen de los familiares de las victimas con sus casos irresueltos le terminó de caer la ficha.
A paso lento para no llamar la atención y por respeto, comenzó a dejar atrás a la voz del megáfono y a esas personas que nunca iba a conocer sus nombres.


Adolfooouououoooo

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