Entro a la
oficina de Gómez despues de golpear y abrir la puerta. Todavía no eran las once
y en el cuarto, además del aire frío, estaban junto a su jefe, Marcela, Roly y
un pizarrón blanco con fotos del cuerpo de Díaz Rey y anotaciones en marcador
rojo, al mejor estilo película del FBI o Homeland. Los tres giraron su cabeza
hacia la puerta, Marcela inmediatamente volvió a mirar su computadora y Roly lo
saludó levantando la mano.
-Buen día.-Dijo
Juan.-Pepe, era para preguntarte si necesitabas algo, esta todo re tranquilo.
-No, estamos
trabajando en lo de Díaz Rey, pero si no hay nada en lo otro podes irte.-El
jefe le descubrió las intenciones ni bien saludó.-Cualquier cosa si entra algo
te habla Elvio.
-Joya
loco.-Pensó, pero se despidió con un resignado “bueno, hasta mañana”.
Ordenó la
mochila a las apuradas, puso el expediente que la fiscalia llevaba sobre el
robo del auto, la computadora, el mouse, y sacó los anteojos y se los calzó. Sabía
que el inodoro, con su tabla cómoda y sus revistas lo esperaban en casa, así
que no pensó mucho. Estaba contento, como cuando en la secundaria tocaban el
timbre para irse o en la facultad el profesor los mandaba temprano, y salía
apurado, como escapándose, escapándose a su cueva, su casa, su departamento,
cualquier lado donde podía estar solo, solo con sus cosas. Bajó rápido por las
rampas y salió hacia el estacionamiento aplastado por el sol del medio día.
-Peña.-Escuchó
que lo llamaban y agudizó la vista. Era el periodista apoyado otra vez en su
camioneta.
-A este le dicen
cuando salgo, es uno de adentro.-Pensó.- ¿Cómo te va?
Le contestó y
desactivó la alarma de la S-10 y se acercó rápido a la puerta.
-Muy bien, sigo
jodiendo con el caso del medico.
-Uff.-Suspiró
Juan y tiró la mochila en el lugar del acompañante.
-Podés decirme
algo, es extra oficial.
-No loco, no
puedo hablar.-Se acomodó frente al volante y se estiró para cerrar la puerta,
pero el periodista no lo dejó.
-Dale flaco,
estoy en bolas y esto es mi laburo, tirame un centro.
Que le dijeran
flaco lo hizo enojar, odiaba que le digan gordo o flaco, el gordo porque era
gordo y a ningún gordo le gustaba que le diga así un desconocido y el flaco,
era como decirte gordo, nada mas que queriendo quedar bien, tratándote de
entrar. Se calentó, apretó el volante caliente por el sol y le pegó una mirada
al tipo que se ponía entre él y su casa. Morocho, no muy alto, barbita,
anteojos de marco ancho, remera negra con un “Bazinga” en blanco, jeans
apretaditos y Jhon Foos. Juan tenia un ojo rápido, como buen criticón,
seguramente heredado de sus tías que miraban a la gente de pies a cabeza en un
segundo y descifraban la edad de los zapatos, marca de reloj, la mugre de las
uñas, los parecidos con algún familiar, enfermedades y miles de cosas mas.
El tipo no le
cayó bien, era un hipster intelectualoide, alguien que se afanaba de ser un
perdedor sin haber perdido nada, con un conocimiento basado en un titulo en
Comunicación Social, leer dos libros de Galeano y estar en contra de todo lo
que los otros piensan. No tenía los mismos códigos que sus amigos o sus colegas,
y esto lo ponía a la defensiva, más cuando le decían flaco por no decirle
gordo. Como pocas veces le entraron ganas de bajarse y pegarle un empujón,
cagarlo a piñas o mandarlo a la concha de su hermana, pero el rugbier boludo
quedó de lado y actuó civilizadamente.
-Dame permiso
por favor.-Agarró la manija e hizo chocar la puerta con la espalda del
periodista.
-¿Tienen idea
quien lo ha matado?-Comenzó a correrse, Juan solo conestó con una sonrisa detrás
de los vidrios verdes de sus gafas y al final pudo cerrar la puerta. Cuando bajó
por la Gorena vio por el retrovisor al periodista sacando su Black Berry.
-Seguro que me
está puteando por Twitter.
faaa hispters intelectualoides!! jajaja