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Si el alguna vez hubiere sentido la felicidad y las ansias, esas que se traducen en mariposas en el estomago, podria decir que estaba contento. O simple mente hubiera dicho que sentía lo mismo que a las 12, cuando Papa Noel dejaba la gran bolsa de regalos y desaparecía.
Pero no. Era todo nuevo. Era nuevo encontrar una bolsa llena de juguetes, romperla, sacar los muñecos, los autitos y sonreírle a alguien sinceramente, con la sinceridad que solo dan esas pocas navidades conciente. Mirar y sonreír como agradeciendo o como diciendo “Mirá, mirá, no puedo creer”.
Era nuevo encontrar los juguetes que le causaban esas mariposas en el estomago y esa leve sonrisa de dientes de leche. Dejemos de lado que la sonrisa haya sido solo para la noche, la bolsa haya sido negra y no roja con moños verdes, que la noche haya sido de abril y no de diciembre y que a los muñecos le faltaran brazos o piernas, y ruedas a los autitos. Las mariposas en el estomago son un poco boludas, no se dan cuentas de esas cosas.
Sentado armaba los ejércitos de tullidos entre los vasitos de yogurt vacíos, la yerba usada y las bolsas de consorcio que cabrían la vereda justo antes del cordón. Los autitos volaban sostenidos por sus manos, como en una pelea de aviones. Los labios oscuros se fruncían para imitar los ruidos de las rondas que se disparaban. “Tuf-tuf-tuf”, y la saliva que salía entre los dientes. Y “fuiiiiiinnnnnnnnnn” el, auto-avión caía al mar de desperdicios. Los muñecos peleaban de forma ridícula, casi tan ridícula como el la vida real, y otra vez los ruidos, los “iaaaa”, los “pum” y los provocados por el choque del plástico de buena calidad. Podria quedarse ahí toda la noche, dejar a su lado la caja de zapatos con las mentitas o el atado de estampitas. Quedarse ahí toda la noche, inventando sus historias, poniendo sus sonidos, internándose en los combates inocentes por su sin sentido. Que toda la noche…toda la vida podria haberse quedado. Pero era conciente, conciente que tenia que trabajar, conciente que el portero iba a salir en cualquier segundo a cagarlo a patadas por el desorden, conciente que esos juguetes no eran suyos y que su dueño los reclamaría, y hasta conciente que cualquier otro repartidor de estampitas, o vendedor de mentitas, se los iba a robar. La realidad fue como un insecticida que le mató las mariposas, su sonrisa y todo lo demás.
La bolsa los contendría bien y colgada en el elástico del short le dejaría libres las manos para repartir sus estampitas, o vender sus mentitas, a la gente que se sienta en las confiterías. Cuando tenga un ratito libre, se iba a sentar en la plaza a jugar un poco más, total ahí no hay portero.
vamos por los 19?? me gusta el 19 jajaj:D pa ponerlos un poco de mal humor che jaja
11/6/09
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1 comentario:
hay aDO, otra vez, ya entro pensando que me voy a poner triste, que cosa sera, pero igual entro, por que será?
ah!!! a veces yo tambiern extraño esas charlas a la madrugada, a ver cuando nos ponemos al dia de noche eh
besos!
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