{...}La ruta es un mundo aparte, tierra de nadie de personajes insignificantes para nuestras vidas, de rostros que no son rostros, sino instantes de tiempo, playeros de la estación de servicio, chicas que atienen el mini shop, el travesti, las putas, la gente del pueblo que ocasionalmente se mezcla, como los amigos tomando cerveza en el patio cervecero del costado de la banquina, o los agricultores que desayunan a la seis de la mañana antes de salir al campo…da la sensación de que la ruta termina en las terminales, esos monstruos públicos con sus boleteros, sus voces de alto parlante, los televisores que marcan horarios en letra mínima, los baños no muy higiénicos, custodiados por sus celosos y omnipresentes cancerberos de 50 centavos por un pedazo de papel higiénico.
Después de eso nos queda el aparato en comunión con la geografía. Horas y horas de ruedo, kilómetros y kilómetros de paisajes monótonos, que cambian solo cuando nos despertamos; montañas puneñas al norte, los cañaverales tucumanos, los sunchos y salitres de Santiago del Estero, la sequía infinita de cuyo y los andes que ya se dejan ver. Las sierras Cordobesas que después mutan en sojales eternos y meridianos, por ahí salpicados por algunas vacas o una casita. Soja y mas soja en Entre Ríos y el litoral que te recibe con el Paraná, el Mississippi criollo, sin negros y blues, pero con dorados y barcazas. Y árboles de mas, tantos como las subidas y bajadas de Misiones, la de tierra roja y aserraderos.
Mas al sur las verdes llanuras pampeanas de Buenos Aires y de la homónima Pampa, que se hacen amarillas en época de trigo…y ahí lo vemos al Atlántico, sumergiéndonos al desierto patagónico; polvoriento, con el viento que en otros lados se llama zonda, pampero, acá sopla y no para en su carrera desde los Andes de bosques y lagos al Atlántico verdoso y helado. Solo esta esa flora de simples arbustitos, que son tantos que nunca imaginas el numero que pueda representarlos. Tan grande. Días de viaje mirando lo mismo, es la nada en toda su magnitud…tan grande que te ahoga, te aplasta. Solo te sentís en la tierra cuando te cruzas con algunas ovejas, un refugio o con un cementerio viejo, de cruces oxidadas y flores plásticas. Parecidos a los de Jujuy, cementerios de humildes, de cajones regalados por la municipalidad. Se hiergen como testimonios mudos e impolutos de la puta finitud a la que nos condeno dios, y que nos la hecha en cara por la ruta con esas esporádicas necrópolis y con los constantes pequeños monumentos y cruces que nos señalan que de ese lugar que nosotros acabamos de pasar, alguien no lo hizo. “Gustavo” escrito con piedras pintadas de celeste, especies de lapidas forradas con azulejos de baños y placas de bronce que señalan nombres y fechas que no leemos desde el vehiculo. Banderas de boca mezcladas con las rojas del Gauchito Gil o la Difunta Correa, y velas derretidas al lado de una descolorida Virgen del Valle. Siempre la Cosechera presente en la ruta, ella también viaja. Yo la ayudaba y escuchábamos juntos Serrat, o repasábamos un poco a Vargas Llosa, o veíamos la película que pasaban en el colectivo (si era nueva).{...}
Las personas se mueven todos los días
sabes que se mueven tan lento
¿Saben por qué se estan llendo?
¿Saben por qué se van? (No Tan Distintos-Sumo)
Necesito mas cerveza y menos cafe jajajaja CRUA-CHAAAAAANNNNN
ADOLLLFFFFFFFFFFFFFFILLO-PILLO
19/9/09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario